HIERBA DEL AIRE

CRECER DE LA NADA

Hay una planta que vive colgada en los tendederos, al lado de la ropa. A veces, con la misma cuerda con la que se atan los sacos de harina, se cuelga como un farol esta planta en el tendal o bajo las parras o en cualquier alpendre donde le de el aire, que es lo único que necesita para seguir viviendo.

El aspecto no puede ser más raro; ni más corriente. No es difícil verla en cualquier pueblo o ciudad bebiendo el agua que emana de la colada. Parece una bola de pinchos y, sus hojas, siendo mucho más finas, recuerdan a las de la piña tropical, con la que guarda un cierto parentesco. Hace unos días, Antonio, el de los cestos, me regaló un trozo de esta planta a la que llaman hierba del aire.

Un sólo pedazo, colgado de otra cuerda, desarrolla la planta completa, y así se trajo del nuevo mundo, llegándose a bautizar también con el nombre de musgo español. Jamás hubiera llegado hasta mi casa, cruzando el mar y el tiempo, sin tantas manos que la fueron partiendo con los ojos asombrados por ese crecer de la nada.

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