EL ALICANTE Y EL TREPADOR
El canto monótono, machacante y cansino de la cigarra, conocida por estas tierras con el nombre de “chicharra”, nos indica que el verano está ya aquí. Durante los largos días estivales los conciertos de estas chicharras, son interminables, cuando comienzan estos cantos quiere decir que ya caldea el sol, ya huele a siesta. Estos insectos camuflados en las ramas de las encinas, de los olivos o de cualquier otro árbol, son difíciles de observar, solo con mucha paciencia es posible descubrirlos y entonces nos percataremos del mimetismo que adoptan con el sustrato donde se encuentran posadas estas mencionadas cigarras.
Me muevo por el encinar sintiendo el asfixiante calor en mi cuerpo, observando como está en flor la escabiosa mordida una planta que recibe su nombre por que su raíz parece que está realmente mordida, si sacamos de la tierra la planta observaremos que tiene efectivamente la raíz como machacada, mordida. Y aparece ya en flor el poleo, ya les hablaré de esta planta, en otro momento. Y observo que las ovejas están ya modorras, se ponen así con el calor veraniego a pesar de que han sido esquiladas.
Ahora llama mi atención el nerviosismo de un trepador azul, llevo unos minutos observando su comportamiento y me doy cuenta de que no está nervioso por mi presencia, como yo pensaba; después de moverme casi a cámara lenta, descubro el motivo del inquieto comportamiento de esta ave trepadora, lo tienen ustedes en la fotografía, se trata de un ejemplar de culebra de herradura, llamada así por la figura en forma de herradura que tiene en la parte posterior de la cabeza. En estas tierras se le conoce con el nombre de “Alicante”, y aunque se trata de una culebra totalmente inofensiva pues no tiene ningún tipo de veneno, los paisanos le achacan una peligrosidad muy poco justa. Si es cierto que es una especie que se muestra agresiva, pero quien no se muestra agresivo cuando se ve atrapado.
El caso es que este ejemplar se está deslizando por el tronco de la encina, sin duda rebuscando alguna presa que llevarse a la boca, ya sea algún incauto pajarillo, algún insecto o alguna lagartija de las que se encuentran en estas parcelas. Pero el trepador azul está avisando a sus congéneres y a toda las aves de los alrededores de que allí, en aquella encina hay un peligro, de que allí en la encina escogida por la culebra, se puede librar la batalla entre la vida y la muerte, y de paso me ha puesto a mi sobre la pista para poder obsequiarles con la fotografía de hoy y con esta crónica que podemos contar ya como la primera del verano recién comenzado.
Juan Carlos Delgado Expósito