Vivir es igual que salir a navegar. Buenas tardes, Mónica…
Pájaros carpinteros del Retiro
Las cosas que escribes, te siguen.
Te salen después al paso como si haber escrito de ellas te ligara igual que si hubieras usado de cabo, uniendo unas con otras, las letras; de tal manera que escribes de una especie, la retratas como puedes, y sólo por ello, quien sabe si como agradecimiento a ese pequeño esfuerzo, o simplemente, por haberte detenido a pensarla y repensarla, quedas unida a ella para siempre.
Porque ha sido escribir de los picos picapinos y ahora me los encuentro a cada rato.
Celebré hace unos días mi cumpleaños en el parque del Retiro, que es la tierra que tengo en la ciudad más cerca, tumbada en una manta, mirando cómo se movían las hojas de los castaños de Indias florecidos, y cómo las ramas de los plátanos que caían como el agua de una fuente, parecían árboles en miniatura colgados del cielo, cuando mi marido me avisó de que había un pájaro carpintero en el tronco.
Por querer fotografiarlo, no me dió tiempo a verlo, pero supe que era, por la descripción que me hicieron, un pico picapinos. Otra vez.
Después, paseando, me he fijado que están sus nidos por casi todo el parque, o es que mis ojos los descubren antes, tras la minicrónica que realizamos para televisión, tanto para TVE como AQUAE TV.
Si aún no habéis visto a los picos picapinos en vuestra zona yendo y viniendo estos días del nido, aquí los tenéis:
Y aquí las fotos que estoy haciendo por el Retiro, que está precioso.
Nunca antes lo había visto tan bonito, quizás por eso escribí para publicar en el ABC del pasado sábado un artículo.
Para no olvidarlo, ni que me olvide.
Un fuerte abrazo para todos,
Mónica
EL RETIRO
Hay un cuadro en el Museo del Prado que debió de ser pintado desde donde me tumbo con mi manta y mis periódicos a mirar las hojas de los árboles. La vista es panorámica y no se ve ningún edificio, sólo el agua del estanque de un verde blanquecino y la luz del sol sobre las barcas, oscuras al contraluz, con los castaños de Indias al fondo y sus pirámides de flores sobre la gente coloreada, con algún pintor entreverado, y la barandilla de piedra y de hierro que separa el agua de la tierra. Suena un saxo. Detrás de mi tengo un espino blanco de los que Proust se prometió de niño ir a ver de mayor cada primavera. Relinchan los pitos reales. Van y vienen los gorriones desde los nidos que tienen escondidos en las heridas de las podas. Huele a hierba recién segada y los caminos de tierra tienen sombras violetas por los pétalos de las flores de Cercis caídas hacia un suelo sin sepultar.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, sábado 9-5-2016
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