SEPIA

LA VIDA TRANQUILA

La orilla de la playa coruñesa de Gandarío está llena de una suerte de oscuros racimos, como si hubiera naufragado en el mar un barco cargado de pequeñas uvas negras.

La primera impresión que da, es que se trata este racimo de un vegetal, de un trozo de alga más oscuro que los sargazos, y que esta suerte de uvas no son más que vejigas llenas de aire que le sirvieran al alga para sostenerse en pie bajo el agua. Pero al apretar estas uvas con los dedos, lo que sale no es agua, ni aire, ni pulpa, sino una diminuta y perfecta sepia. La sorpresa, no es menor que si una noche, al hacer la cena, rompemos un huevo y resulta que lo que sale es un pollo, piando, pues la sepia está viva, allí, en su cáscara, como la semilla de una uva en su racimo, sobre la arena de la orilla. Nunca antes, que yo recuerde, habían tenido por aquí las playas tanta puesta de sepia, amarrada a las algas, o a un sedal partido. Se ve que con el parón obligatorio de su pesca por el desastre del «Prestige», todas las sepias que no fueron capturadas, están ahora mismo en el mar, realizando la única puesta de toda su vida, ya que las sepias mueren tras el desove, o tras la eclosión de los huevos.

Puede que la conservación de la Naturaleza no consista en otra cosa que en dejarla tranquila.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 2-6-2003

www.aceytuno.com

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