MIS PERROS

MIS PERROS

Creo que fue Muñoz Rojas, tengo que comprobarlo, el que escribió aquello tan acertado de que no se le pueden poner puertas al campo.

Mis perros lo sabían y se escapaban a cada rato por los campos. Nunca me ha gustado comparar al animal con la persona pero estos perros te miraban como si llevaran alguien dentro. Son dos labradores, uno blanco y otro negro, esos perros que acompañan a los ciegos. Yo no les dejaba pasar más allá de la cocina pero, si no dormían, seguían con sus ojos todos mis movimientos. De vez en cuando me volvía y siempre me estaban mirando, como si hubieran detectado en mí alguna invisible minusvalía. Esta mañana, alguien los vio jugar con uno de esos sacos de plástico amarillos que dejan tirados en los sembrados. Estos sacos, a veces son azules, o rojos con letras negras. Todos tienen más o menos lo mismo y de ello habló ya Rachel Carson en 1962, en su libro «Primavera silenciosa». La realidad es que el campo aún hoy no se ha librado de los pesticidas y los abonos químicos que tanto dañan al agua, a la tierra, a los pájaros, y a la vida que se escapa por las puertas.

Mis perros, están ingresados en una clínica en esta tarde de domingo en la que sopla un viento huracanado, como si alguien desde el sureste, estuviera triste y enfadado conmigo.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 21-10-2002

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