marcescente.

marcescente.

Se dice de la hoja cuya capa de abcisión no se parte con el frío sino con el nacimiento de la siguiente hoja, de tal manera que permanece caduca con sus colores de otoño en la rama hasta que llega la primavera. Uno de los ejemplos más llamativos es el del quejigo (Quercus faginea) formando un quejigar de hojas marcescentes con los colores del otoño en pleno invierno. También se aplica para cualquier otro elemento botánico que parezca marchitarse sin desprenderse, para luego revivir, ya sea un cáliz o una corola; o para algunos tipos de hongos.

Hace unos días estuve en un bosque que desconocía, un quejigar en la provincia de Guadalajara, donde todas las hojas estaban todavía colgadas de sus ramas, alumbradas por el otoño bajo una nube oscurísima cargada de nieve. No es que este bosque de quejigos, que recuerdan un poco a los robles y a las encinas, fuera un sueño; es que se diría que todo el quejigar soñaba que siempre es otoño, aunque algunas hojas estuvieran incluso todavía verdes, entre los ámbares. Porque son las hojas del quejigo (Quercus faginea) marcescentes, es decir, que no se caen aunque hayan perdido la clorofila, y sólo cuando va a llegar la primavera, empujadas por la savia nueva, descienden al fin sobre la tierra para dar una hojarasca que está entra la lobulada del roble y la coriácea de la encina. Se diría que las hojas que alfombraban el suelo, eran antiguas, crujientes de vejez y de tiempo, entre los romeros y los tomillos que salían olorosos del suelo, como si bajo la tierra hubiera perfumes.

Mónica Fernández-Aceytuno

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