LA AZALEA

La casa, la empiezo por las flores. Las flores son los sueños de las raíces. No tenía ni ventanas cuando reservé cuatro azaleas arborescentes, en el vivero Borrazás, que pondría en cuatro macetones. Eran “planta vieja”, descarte de vivero. Cubiertas de líquenes, sus ramas sólo tenían la belleza del esfuerzo. Cuando fui a buscarlas, Teresa, la encargada, me dijo: “Me ha pedido Rosalía Mera, la dueña del vivero, que te pregunte si le puedes dejar una”. A la Tierra le dio tiempo a dar varias vueltas alrededor del Sol antes de que Rosalía viniera a comer a casa. Hacía un día muy gallego, lluvioso y soleado, con una luz maravillosa. Era primavera. Como si se hubieran arreglado para la ocasión, las azaleas estaban más fucsias que verdes. ¡Cuánta inocencia! Mientras dilucidábamos si era mejor tenerlas en maceta o en suelo, no podíamos ni imaginar que ésa sería la última vez que vería florecidas nuestras azaleas, ni que a mí me esperaba este dolor de flores de cristal por dentro.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 17-8-2013

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