El manto de flores que cubrió los campos ha dejado paso a las gramíneas que al irse secando van dando al terreno un aspecto de verano anticipado. Es tanta la variedad de gramíneas que cubren el suelo que me resulta imposible acordarme de sus nombres. Sin embargo, ayer mi padre me recordó el nombre de una de estas gramíneas, quizás la más frecuente de todas, la que llaman cebadilla (Hordeum murinum) o ese otro nombre que me encanta: zaragüelle, y que propongo para el diccionario de la naturaleza. Con los zaragüelles lo pasan mal los perros, porque estas espiguillas se introducen en las orejas y tienen una suerte de muescas que las impide ir hacia atrás, de manera que se van introduciendo cada vez más y llegan a causar infecciones en los oídos. Con los zaragüelles jugábamos a ver quién tenía “más novios” según el número de espiguillas que se le quedaban prendidas en la ropa.
También se han cubierto algunas zonas con otra gramínea que le da al campo un aspecto aterciopelado. Se trata de la que llaman henillo, y es tan suave que hace cosquillas en la palma de la mano al acariciarla.
Un saludo.
Pilar.
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