desmochar.

Dejar mocho. Podar sin compasión las ramas principales de un árbol.

Para hoy se espera, en la comarca del Bajo Ampurdán, otro atardecer anaranjado. A esa hora en la que se ve a la luz marchándose de esos campos en los que yace en grandes espirales la hierba seca, junto a los caminos rurales que llevan a la Masía de Bou, se posan en los postes de teléfono los mochuelos. Lo curioso es que, al pasar, se aprecia que hay un mochuelo en cada poste, pero no posado en el cable horizontal a la tierra, como hacen las golondrinas, sino que prefieren los cables que tensan el poste, oblicuos al suelo como la rama alicaída de un pino o de un olivo, o como el último rayo del día. El mochuelo –Athene noctua– es un búho tan pequeño como la palma de una mano, y no tiene esas orejas de plumas que suelen tener los búhos, por lo que su cabeza es toda redondeada, se diría que está desmochada como el árbol podado sin compasión, y de ahí el nombre de mochuelo que se viene usando al menos desde el siglo catorce. Tiene unos ojos amarillos que no puede mover para mirar las cosas, pero es capaz de girar la cabeza hasta el dorso y echarla también hacia atrás hasta señalar la vertical con el pico. Sin embargo, está cada mochuelo en su poste, inmóvil, como una silueta contra la luz de otro día que se marcha y que no vuelve.

Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 28-7-2003
Aceytuno.com

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