Los vencejos tienen en el dorso de las alas, quizás por la luz del sol, igual que ella, la claridad de la luna.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
De San Millán a Pazuengos, una pequeña aldea perdida en la Sierra de la Demanda, hay un camino precioso, cerezos silvestres cargados de diminutas cerezas, saúcos llenos de flores blancas, bizcobeños con prometedor fruto, acebos majestuosos con su eterno verde, un clareado encinar que en el sotobosque se llena de cimbreantes margaritas, amapolas y hierbas espigadas. Los robles se han dado la mano de un lado al otro del camino,dejando un pequeño tramo entoldado, y a sus pies helechos gigantes cubren la tierra. En los ribazos soleados, en los carasoles tomillos, oréganos y grandes troncadas de ontinas, esas margaritas sin pétalos que avergonzadas de su desnudez se unen en la raíz, para florecer todas juntas.
María Luisa
María Luisa