Poco después de ir a Almuñécar para buscar abejorros en los cultivos subtropicales, intenté  encontrar abejorros en las sierras de Jaén, ya que  en esas sierras abunda el madroño,

Poco después de ir a Almuñécar para buscar abejorros en los cultivos subtropicales, intenté encontrar abejorros en las sierras de Jaén, ya que en esas sierras abunda el madroño,

En busca de abejorros autóctonos por tierras de Jaén

Poco después de ir a Almuñécar para buscar abejorros en los cultivos subtropicales, intenté encontrar abejorros en las sierras de Jaén, ya que en esas sierras abunda el madroño, y como tanto uno y otro (madroño y abejorro) se dan juntos, pues era casi seguro que encontraría abejorros autóctonos en esa zona, además tenía la ventaja de contar con la ayuda de mi amigo Carlos, que se dedica a la Botánica, ya que es profesor universitario de Botánica en la Universidad de Jaén, así que decidí llamarle por teléfono un buen día y contarle mi plan: Él me indicaba donde había madroños y yo me dedicaría a los abejorros. El coche lo ponía yo.

A las diez de la mañana aparqué cerca del campus universitario de Jaén y me fui a buscar a mi amigo.. Allí le expliqué el plan que tenía: muestrearía las plantas de madroño que él me indicara, estaban en aquella época en flor, y por tanto podía utilizarlas para analizar los aromas que emitían y otras características de las flores, el néctar, el polen, en fin, todo lo que pudiera dar de sí aquellas muestras. Me sorprendió diciendo que teníamos un madroño en flor allí mismo, en uno de los arriates de uno de los paseos del campus. Abejorros en cambio no había visto. Fuimos juntos a ver el madroño del que hablaba y efectivamente allí estaba, con sus panochitas de flores blancas. Recogimos muestras ante el asombro de algunos alumnos que pasaban en grupo e iban de una clase a otra. Guardamos las muestras en cajas de corcho blanco, con paquetes de refrigerante para que aguantaran hasta volver al laboratorio varias horas después y nos dispusimos a ir ?de campo, buscando madroños por tierras de Jaén. Como habíamos empezado la excursión un poco tarde (se sobrentiende que toda excursión de campo hay que empezarla a primera hora del día, y si es posible, a la alborada. La verdad es que nunca he sabido porqué?) Carlos me dijo que había unos madroños muy grandes cerca de la ciudad, en uno de los sitios de vacaciones tradicionales de los jiennenses, de forma que nos fuimos hasta allá. descendimos del coche y, ésta es una de las peculiaridades más atractivas de la personalidad de mi amigo, se encontró con un señor que paseaba por la carretera y empezó a hablar con él. Carlos siempre encuentra a alguien con quien pegar la hebra, hasta en la mismísima Pampa argentina, donde también estuvo hace unos años estudiando su flora. Carlos y el lugareño empezaron a hablar de los madroños, que efectivamente bordeaban la carretera, siendo algunos ejemplares muy notables por su tamaño. Flores, en cambio, no encontramos ninguna, y esto el lugareño lo atribuyó a la enorme sequía que habían sufrido en la zona durante todo el año. Entonces, sin flores no hay abejorros, de forma que decidimos irnos a otro sitio que Carlos recordaba. Ese sitio resultó ser la Sierra Caracolera, cerca del pueblo de Martos. Subimos un rato hasta la parte más alta del sendero, en el monte lleno de olivos que tenían los frutos casi para la cosecha, ya que estábamos a finales de año. Al final del sendero encontramos un tractor con remolque que estaba dando la vuelta para descender por el mismo sendero que habíamos usado nosotros al subir. Paramos un momento y les preguntamos los que iban en el tractor si sabían donde había un madroño por allí. Nos dijeronque había uno en medio de la loma por la que habíamos subido y se ofrecieron a indicarnos más exactamente donde, si les seguíamos a ellos. Fuimos bajando detrás del remolque y en un momento sw pararon y nos indicaron con la mano donde estaba el madroño. Nos despedimos de estos amables señores, agitando la mano y buscamos un sitio para aparcar en medio del sendero de bajada. Efectivamente, allí había un madroño, aunque

no se podía acceder a las cercanías porque estaba en medio de la rambla seca, rodeado de un cañaveral espeso, además, por lo que se veía desde cierta distancia, las flores ya estaban maduras y habían generado frutos, por lo que no era fácil que atrajera ningún abejorro.

Otro agricultor que habíamos interrogado anteriormente sobre la presencia de abejorros, nos dijo qque el mejor ejemplar estaba en la aldea que acabamos de pasar. En efecto, para llegar a esa cumbre, atravesamos una aldea, así que dimos la vuelta y nos fuimos hacia la aldea. El madroño se encontraba según las indicaciones de este agricultor en un descampado, al lado de la escuela. Localizamos la escuela y el descampado, pero al acercarnos al madroño, porque efectivamente había un madroño en ese descampado, vimos que no tenía ni una flor, ya que el árbol estaba muy deteriorado, seguramente debido a múltiples enfermedades que hacía que ese pobre ejemplar diese una estampa lastimosa de árbol.

Bueno, pues por lo menos vamos a tomar un bocadillo, pensé. Habían pasado ya de largo la 1,30 de la tarde y estábamos sin comer desde el desayuno, que el mío había sido muy temprano. Abrí el maletero del coche, donde estaba la bolsa con las provisiones y empecé a comerme un bocadillo, mientras andaba por la calle donde estaba la escuela. Además de la escuela, había varios edificios a ambos lados de la calle, la mayor parte de ellos de tipo casas unifamiliares, con un jardín en la parte delantera. Estaba mirando hacia el jardín de la casa más cercana de donde había aparcado el coche cuando de pronto oí claramente el ruido característico de los abejorros cuando hacen vibrar las flores. ¡Había un madroño enorme en el jardín de la casa!, además, el madroño estaba sanísimo y lleno de flores, que atraían a los abejorros con su aroma y su espectro visual en UV, como sabíamos del muestreo de Almuñécar. Resumiendo, muestreamos de nuevo, con permiso de los dueños de la casa, y nos llevamos material al laboratorio. Lo que no nos quedó claro es si estos madroños eran descendientes o no de los madroños de la sierra, pero creo que podemos dejar eso para un capítulo posterior.

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