COLORES DE TIERRAS

COLORES DE LAS TIERRAS

El suelo está lleno de seres diminutos de origen muy antiguo que, por analogía con el plancton del mar, reciben en su conjunto el nombre de edafon.

Cuando viajo en coche miro lo distintos que son los colores del suelo. Se aprecian claramente cuando se atraviesa un monte donde quedó de pronto al aire la tierra con sus invisibles microorganismos, algas que viven hasta en los terrenos más áridos y esqueléticos, en la superficie de las piedrecitas y los terrones.

Hace unos dias aroveché que me quedaba sola para ir a ver a mis padres, lo cual supone cruzar media Península, y seis colores distintos de tierra: marrón, negro, anaranjado, rojo, blanco y rosa.

Del marrón oscuro de la tierra gallega, con algunas vetas negras de pizarrras, se pasa por el anaranjado de León aunque, en ocasiones, se vuelva también negra, o de un color tan rojo que deslumbra, y luego se aclara muchísimo llegando a la ciudad de Burgos, donde la tierra es tan blanca como el interior de una concha.

De Burgos hacia Logroño toma color nuevamente, hasta que la tierra se vuelve casi rosa en los montes que rodean Nájera, y bajo los viñedos, donde los primeros pámpanos ya tienen uvas.

Me perdí por el camino y en Quintanilla pregunté a un pastor que iba con las ovejas muy limpias y muy peinadas. Una vez que me rescató del despiste, no pude evitar preguntarle:Oiga, estas ovejas, ¿están recién esquiladas? “Si maja, sí”. A lo mejor el color del suelo tiene que ver también con el habla.

Casi todas las tierras están a pleno sol, y se ve a los campesinos refugiados bajo el único frutal que plantaron sin darse cuenta de que la mejor fruta de ese árbol sería su sombra. Asusta ver la tierra tan destapada, tan indefensa, tan desarbolada. El suelo no llueve del cielo, y si se marcha, no vuelve hasta que pasan miles de años y esos diminutos microorganismos hacen su lento trabajo sobre la piedra madre.

Cuando llego a Tricio después de atravesar tantos colores terrosos, entro en el convento y leo la cita de San Juan de la Cruz, que es como si la leyera por vez primera, y que ahora escribo de memoria: “En la tarde de la vida te examinarán del amor”. A lo peor también nos piden cuentas de lo que hicimos con la tierra.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 16-7-2005

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