De nada le ha servido a la M-40 su murmullo de catarata continua, ni a los niños gritar en el recreo, ni a las nubes tronar sobre el campo, porque el primer bramido fue tan fuerte que se abrió paso entre todos los sonidos.
De nada le ha servido a la M-40 su murmullo de catarata continua, ni a los niños gritar en el recreo, ni a las nubes tronar sobre el campo, porque el primer bramido fue tan fuerte que se abrió paso entre todos los sonidos.