VARAS

LAS VARAS

Las varas, que nacen a su aire, desde la cepa del árbol cortada a matarrasa, y se abren y se separan las unas de las otras para señalar, a falta de tronco y de ramas, las puntos cardinales del universo.

Aquí y allí se podaban ayer las varas, con la luna decreciente, para que la savia no tenga pleamares. Y al ir uniéndose en haces sobre la yerba, se veían mejor sus colores, el dorado, ese dorado casi insultante que tienen las mimbreras, o el rojo profundo de vino de las varas que se escamondan al tilo, para que medre hacia arriba. Es ahora que se cortan, cuando se aprecia lo recta y lo hueca que es la vara del saúco, con la que se podría ver el mundo, o canalizar la luz del sol, esa fuente desbordada de los días.

Y hasta en el más tormentoso y oscuro sarmiento, que es una vara que aún siendo nueva siempre parece que tiene siglos, resulta que en su corte se esconde también ese círculo verde y claro que encierra la primavera toda. Cualquier vara, clavada en la tierra, trataría de ser a partir de mañana lo que no ha sido: cepa, árbol, rama que da flores y da frutos.

A la puerta de las casas, al sol dulce del invierno, se juntan hoy las varas, doradas, rojas, oscuras, antes de ser fuego, cesta de las patatas, o fusta para que una niña guíe al ganado.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 27-1-2003

Fondo de Artículos

de la Naturaleza de

www.aceytuno.com

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