Unamuno

Leyendo medio tumbado con los zapatos en la cama sale Unamuno.

La foto, anuncia la exposición que termina el 20 septiembre: “Yo, Unamuno” en el Museo de la Biblioteca Nacional. Una exposición de sus manuscritos a la que se llega con el carro de la cabeza lleno porque recorres cosas muy interesantes del museo antes de encontrar la Sala de las Musas al final, como las cosas verdaderamente necesarias en el supermercado.

No sé qué tiene Unamuno que siempre me ha encantado. Me voy dando cuenta de lo importante que es para mí, según encuentro cosas nuevas, como hoy mismo, en un libro sobre su “Diario íntimo”, lo que él define como nimbo, y que no tiene que ver con el halo de la luna en las noches de niebla, ni con el halo de los santos en la cabeza, sino con una suerte de nube de imaginación de la que parten las ideas espontáneas, casi soñadas, y que él iba apuntando en un diario porque luego eran el germen o el embrión de las novelas o nivolas que paría “vivíparas”, artículos, disquisiciones filosóficas, poemas…a la manera en la que él entendía la poesía y el poeta, cuya definición acabo de leer también hoy, no sin asombro de ver que Unamuno me hace todavía seguir asintiendo mientras leo:

“El poeta, si lo es de verdad, no da conceptos ni formas, se da a sí mismo”

Hay más fotos de Unamuno, entre libros, o con su familia, pero a mí me gusta ésta de la cama, y también la que sale en una atalaya sobre un paisaje y que de alguna manera se le parece porque está como delante de un sueño de ríos, choperas y campos.

No sé si estoy mezclando lo visto en la exposición con las fotos que de Unamuno tengo en la cabeza por haberlas visto antes pero es así como él lo mezclaba todo entre el sueño y la vigilia, entre el sentimiento y el pensamiento, entre la imaginación y la realidad:

“La imaginación, si es algo, es la facultad de crear imágenes, y es, ante todo, la facultad de ver lo real en lo vivo”

“Piensa el sentimiento, siente el pensamiento”

“Pero hay el soñar despierto, la obra creadora artística, el verdadero reino de la libertad”

También hoy me acabo de enterar de algo que me ha dejado pegada al asiento cuando lo he leído porque ha sido como encontrar de pronto la razón de peso por la que, sin saberlo hasta ahora, me gusta tanto Unamuno, y es que se empeñó en unir ciencia y poesía.

De la quitameriendas (Merendera montana), que acaba de florecer tras las lluvias en la sierra de Guadarrama, llamada precisamente así, quitameriendas, porque sale con estas lluvias del final del verano que estropean las meriendas en el campo, escribió un poema en el que dice que es: “Flor solitaria sin tallo/ ni otro apoyo que sí misma”.

Y es verdad: han florecido las quitameriendas sentadas, casi tumbadas, en la cama de la tierra.

Mónica Fernández-Aceytuno
28-9-2015, republica.com
*****

Unamuno

Por mi hijo mayor supe que el rey Felipe VI citó a Unamuno en su discurso de los Premios Príncipe de Asturias.

“Papá, búscame esa cita de Unamuno”, le pidió a mi marido, mientras yo le escuchaba por el rabillo del ojo, que es como escuchamos las madres, mientras leemos otra cosa. Quizás, pienso ahora, le sonaba a mi hijo de haberlo leído, porque la cita pertenece al final de uno de los pocos libros que le he prestado pidiéndole encarecidamente que no me lo perdiera, “Del sentimiento trágico de la vida”, de Unamuno. “En los hombres y en los pueblos”, leo ahora que completa el título.

Se trata de un librillo de tapas blandas y azules de la colección Austral, que es la que contiene muchos otros títulos que me gustan, aunque decir que me gustan, es poco, porque yo a estos libros los quiero, incluso ya casi rotos, manoseados, cubiertos de manchas de agua de lluvia, subrayados de rojo y con el grafito de un lápiz, o con cualquier otra cosa que tuviera a mano en ese momento; incluso, como en este caso, con una dirección al principio que no viene a cuento. Igual que mi abuela Mary, me gusta escribir en los libros. Es raro que no tenga éste alguna frase de las que se me ocurren mientras leo, o cuando estoy medio dormida y la apunto en las hojas del principio, si está el libro en la mesilla de noche, para poder seguir durmiendo sin la frase dando vueltas por la cabeza. Las palabras son pájaros que están deseando posarse.

Puede que no haya leído y releído un libro más veces que éste de Unamuno, hasta el punto que, en uno de los pocos libros que yo he escrito, y que es más bien ninguno puesto que no han sido más que dos recopilaciones de artículos; en uno de ellos, decía, que ni siquiera salió a la calle puesto que fue una edición privada como regalo de Navidad para una empresa, puse al principio una cita de Unamuno que tenía que ver con los sentimientos, y con el propio título del libro de artículos, llamado “Artículos sentimentales” :

“El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental.”

Una cita que también pertenece a “Del sentimiento trágico de la vida”.

Pero es que, además, en muchos aspectos, Unamuno me ha servido de guía, y cuando en una ocasión pedí que me hicieran un huequecito para escribir a diario en las páginas de los Pasatiempos de ABC, a la negativa del Director, “NO”, que todavía hoy resuena en mis oídos, eché mano de Unamuno…” ansía más durar por siempre en un rinconcito, a no brillar un segundo en el universo todo”. Con el tiempo me he dado cuenta de que me pasa igual que a los caballos u otros animales que van a la carrera. Cuando alguien me pone un NO delante, no sé por qué, salto más alto.

También la frase que utilicé de pértiga en ese momento es “Del sentimiento trágico de la vida”, y dice así al completo:

“Los ídolos de las muchedumbres son pronto derribados por ellas mismas, y su estatua se deshace al pie del pedestal sin que la mire nadie, mientras que quienes ganan el corazón de los escogidos recibirán más largo tiempo fervoroso culto en una capilla siquiera recogida y pequeña, pero que salvará las avenidas del olvido. Sacrifica el artista la extensión de su fama a su duración; ansía más durar por siempre en un rinconcito, a no brillar un segundo en el universo todo; quiere más ser átomo eterno y consciente de sí mismo que momentánea conciencia del universo todo; sacrifica la infinidad a la eternidad”.

Lo copio del libro que tengo aquí mismo, en casa, y que está entre los pocos que me he traído de donde solía llover en otoño mientras leía… “la congoja nos lleva al consuelo”…y otras frases de Unamuno que me dejaban pensando.

El agua del cielo caía.

Mónica Fernández-Aceytuno
27-10-2014, republica.com
*****

Siguiente Post:
Post anterior:
Este artículo lo ha escrito

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.