Una gran emoción

Una gran emoción

Para los que me seguís desde hace años, no será difícil comprender la emoción que sentí el otro día cuando en el Real Jardín Botánico me enseñaron el herbario original de la Real Expedición Botánica que dirigió José Celestino Mutis por el Nuevo Reyno de Granada, iniciada en 1783, con Cédula Real desde noviembre de ese año. Habían transcurrido veinte años desde que Mutis hiciera su primera presentación al Rey Carlos III sobre la creación de una “Expedición Científica en la América Septentrional”. Nada es fácil para nadie.

Ahora me parece curioso que yo conociera, ya con más de cien años cumplidos, a la que fuera la mujer del Embajador Gonzalo de Ojeda que representaba a España en Santa Fe de Bogotá, Yvonne Eiseley de Ojeda, quien apoyó y continuó la tarea de su marido para lograr el justo reconocimiento a la labor de este sabio gaditano que hermana Colombia y España. A Yvonne la conocí a través de un grupo de jardineras, y lo primero que hizo cuando llegué a su casa fue decirme: “No escribas tanto de peces, y escribe más de las flores”…a propósito de un artículo que había escrito sobre las mimosas. Luego me enseño la imagen de José Celestino Mutis con su Mutisia en la mano (bautizada así por Linneo en su honor) y que gracias a Yvonne, entre otros miembros de la Asociación de Amigos de José Celestino Mutis, ilustró un sello y el billete de dos mil pesetas.

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Más tarde, mi marido me trajo de casualidad de México el libro sobre esta expedición de Mutis, que no sólo me ha acompañado allí dónde he ido, sino que además, lo utilizo como carpeta cuando presento un proyecto que me importa mucho, un proyecto de esos que no salen, o que tardan en salir veinte años.

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¿Cómo no iba a emocionarme cuando entré la semana pasada en el laboratorio y el archivo del Real Jardín Botánico y me enseñaron nada menos que esta gran hoja de Chinchona de hace doscientos años perteneciente a la expedición que con tanto tesón llevó a cabo Mutis?

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Las láminas que se hicieron antes de que las plantas se secaran para el herbario son verdaderas obras de arte, y obras de la ciencia, porque el propio José Celestino Mutis vigilaba cómo los pintores de la escuela quiteña y de Cuzco, con una gracia indígena en las manos, realizaban sus trabajos teniendo como modelo la planta recién recolectada, todavía fresca, con vida y con color, y toda su belleza. La propio Yvonne, tratando de reunir estas obras de arte botánicas viajó hasta París para ver si podía recuperar las que Mutis envió a Humboldt con quien, además de con Linneo, mantuvo correspondencia.

En fin, no soy una entendida en el tema, pero me voy encontrando a José Celestino Mutis sin ir a buscarlo, y al final he acabado sabiendo algo.

Buen fin de semana,

Mónica

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