POEMA PARED

POEMA ESCRITO EN UNA PARED PORTUGUESA

Ésta es la pequeña historia de un poema escrito en una pared portuguesa, uno de esos poemas que te ponen del revés el alma como si el alma fuera un jersey mal puesto.

Los versos no estaban a la intemperie, no, sobre una de las fachadas de Lisboa, por otro lado verdaderos poemas de grietas y colores melancólicos, con huecos para los nidos de hojas de los vencejos y tierra para las flores ruderales; paredes con desconchones de caracola olvidada; paredes vividas, decadentes, del hermoso corazón de las ciudades viejas. Estaba el poema, sí, escrito en el centro de Lisboa, pero en el interior de un café, sobre la pared que hay, ¿o había?, encima de su puerta de entrada y que se podía leer si mirabas hacia la calle, arriba y un poco a la derecha, desde una barra de antiguas maderas. El local, me parece imposible poder describirlo ahora, pero el poema, sus versos, no los olvidaré nunca; quiero decir: que no me acuerdo de nada; no podría precisar si trataban del girasol o de Neptuno, del viento que no cesa, de la mirada de los ojos; y, sin embargo, reconocería estos versos portugueses dentro de un millón de poemas, como esas caras que se ven una vez en la vida y no eres capaz de reconstruirlas con la memoria, pero que, de volver a tenerlas de frente un solo instante, distinguirías sin dudar entre todos los rostros del mundo.

De haberme encontrado sola en aquel café, y de haber estado en Oporto en vez de en Lisboa, hubiera podido detenerme a mirar si se trataba de un poema de Ricardo Reis, uno de los heterónimos de Pessoa, el poeta de la Naturaleza; pero estaba inmersa en un viaje de trabajo y un compañero de mi marido me hablaba y me hablaba mientras yo quería leer y releer el poema situado, con respecto a la cabeza de mi interlocutor, locutor a solas, solista, a unos cinco metros de profundidad, y a tres de altura.

Nada tenían que ver estos versos con esos azulejos de los bares españoles tan al alcance de la vista sobre la mujer o el toro o la comida y que se leen en un segundo. No. Este poema exigía un detenimiento que casi me lleva a hacerle un feo al que me contaba no sé qué cosas; menos mal que mi marido, que había detectado ya el vuelo de las primeras nubes en mi cabeza, me cogió muy despacio del brazo en ese habitual gesto suyo, consciente e inconsciente, de agarrarme a la tierra, o de hacer masa, como si temiera que mis pensamientos pudieran llegar a electrocutarme.

Desperté al mundo sin letras cuando oí decir a alguien que había que irse y, entonces, guardé a toda prisa un sobre vacío de azúcar en la cartera como el que agarra el cordel de una cometa. Hace unos días lo encontré por casualidad y, al desdoblar el sobre, se le quedaron unas marcas como las de un mantel de hilo que se usa cada muchos años, mientras caían al escritorio unos cuantos granos de azúcar. Tiene dibujado un señor de hace dos siglos tomando una taza de café, y pone: A Brasileira do Chiado. O melhor café é o d´A Brasileira. Av. Duque de Loulé, 51 LISBOA.

Si alguien se acerca por allí estos días, ¿podría hacerme el favor de volver a leer por mí ese poema?

NOTA DE LA AUTORA:

Unos lectores y mi hermano Juan, tuvieron la amabilidad de copiarlo del Café “A Brasileira”. Chiado. Lisboa.

Y lo escribo tal y como, con una postal del café, me lo envió mi hermano:

AS ALMAS QUE SE ESCONDEM NO LUGAR

ISTO É REAL: OS ROSTROS ONDULANTES

UMA EXTENSAO DE MISTERIO: A LUZ A COR

OS SINAIS DA TERNURA LATEJANDO

NO INTERIOR DAS COSAS, SEM CORAGEM

ISTO É REAL: E ESCORRE PERLAS RUAS

COMO A NEVOA NO FIN DO HORIZONTE

NAS CURVAS DO ARCO IRIS, NOS MARES

NO SUR DE MULHER ADORMECIDA

ISTO É REAL: E GRITA, E CONTINUA

TRANSFIGURA SEGREDOS, PERMANECE

ESTREMECE AS PRESENÇAS, AS AUSENCIAS

ABRE PUERTAS AO DIA, FECHA A NOITE

NO CONCAVO DAS MAOS, CRIA PUREZA.

“Oleos e un poema” Antonio Palais (?)

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Mario Albarca Morejón
Este artículo lo ha escrito