Murciélagos y golondrinas


Se mareó tanto Darwin a bordo del Beagle que, a su vuelta, se dedicó a la vida tranquila, limitando las observaciones de la naturaleza a lo que pasaba en su parque ajardinado. Mirando las piscinas de los jardines, cada vez más numerosas en las afueras de nuestras ciudades, desde Sevilla a Madrid, alcanzando también el Norte, a eso de las ocho de la tarde, se puede observar cómo bajan las golondrinas a beber, o a pescar insectos ahogados. En principio, se divisa el vuelo de un pequeño bando, que parece una familia, a unos metros de altura, sobre la piscina. Después, por turnos, se aproximan al agua. No se posan para beber como los cuervos o las lavanderas sino que, en vuelo, hunden el pico y siguen volando. Se marchan en cuanto oscurece. Entonces aparecen los murciélagos volando como golondrinas. También en bandos familiares, estos mamíferos voladores, por turnos, dejan en el agua las ondas de un sonido. Dijo Darwin que «sin especulación no hay ninguna nueva observación». Siguiendo su consejo podríamos especular que en esta forma de beber se unen el pelo y la pluma, que no están tan alejados como creemos las aves y los mamíferos.

Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 14-7-2003

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