Madoz

Madoz

Acabo de ver otro capítulo de “Imprescindibles”, esta vez de Chema Madoz, por lo que he recordado lo que escribi en 2010, con mi primer artículo para republica.com y me he quedado sorprendida al darme cuenta de que, sin haber visto este programa, probablemente aún ni se había hecho, viera que había greguerías en sus fotos, y esa corriente del ramonismo de Ramón Gómez de la Serna que consiste en no dejar nada en lo que es.

En la bajamar se nota que el agua tiene raíces / Aceytuno

En la bajamar se nota que el agua tiene raíces / Aceytuno

UN TENEDOR EN LA SOMBRA DE UNA CUCHARA

Parece Madoz, como Ramón Gómez de la Serna, empeñado en no dejar nada en lo que es.

Ve un tenedor en la sombra de una cuchara. Recuerdan sus fotos a aquéllos anuncios que había en las paradas de los autobuses y que nunca supimos qué anunciaban, un cepillo de dientes al revés, o cosas por el estilo, y donde ponía “Objetos Imposibles” de Philippe Starck. A resguardo del sol o de la lluvia, pasé horas esperando el autobús bajo esas paradas. Años más tarde, me quedé asombrada cuando vi en Miami el hotel Delano de Philippe Starck donde había una piscina en la que casi todo cubría unos centímetros para luego hundirse como en las profundidades abisales del océano, tan oscuras que los rapes llevan linternas, como mineros, en la cabeza. Y en aquélla superficie eterna que era como la orilla de una playa donde no cubre y los arenícolas dejan rastros que son espirales de arena, había puesto Philippe Starck sillas y mesas para tomar una copa con los pies en el agua y las estrellas en la cabeza. Luego, por el jardín, todo eran lámparas como las del salón de una casa, lo cual daba la impresión de vida a la intemperie, de lujo en la pobreza.

Hay quien puede llegar a pensar que estas cosas son llanas y sencillas ocurrencias. Y en parte es así. Pero no es así. Nacen del tiempo y del talento. De dejar en blanco todo lo demás, para concentrarse en lo que venga. No vale ir a por ellas, hay que esperarlas, que surjan de pronto de la nada. Y lo demás es trabajo. No se hacen con la cabeza, sino con el disparatado pensamiento del alma. Y así, parecen tener alma las fotos de objetos de Chema Madoz, porque ha puesto un asa a una cáscara de huevo, o porque ató los cordones de un par de zapatos que siempre se quisieron. Sus fotos son como esas frases con las que tropiezas y ya no puedes seguir leyendo porque te dejan noqueado con su acierto.

Cuánto de “ramonismo” hay en estas fotos. Cuánta poesía y humorismo al mismo tiempo, con la definición de Ramón Gómez de la Serna: “El humorismo es una anticipación, es echarlo todo en el mortero del mundo, es devolvérselo todo al cosmos un poco disociado, macerado por la paradoja, confuso, patas arriba”.

Ahora que todo son miradas planas, necesitamos más que nunca ver las mil posibilidades de una misma realidad, abrir la cabeza, llenarla de imágenes e impulsos, darnos cuenta del portento de la imaginación.

Es un consuelo saber que en este tiempo tan vulgar, alguien mira de otra manera, y ve, la sombra de un tenedor, bajo una cuchara.

Son imágenes felices porque feliz es el que descubre, aunque no tenga otra cosa que su descubrimiento.

Mónica Fernández-Aceytuno
republica.com del 30-5-2010

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