LUZ MÁS LUZ

LUZ MÁS LUZ

Otilia se llama la mujer a la que pide Goethe más luz: «¡Oh, esa luz! Abrid las ventanas….Más luz, más riqueza interior!»

Nos cuesta recordar el final de las obras de Goethe, ¿cómo acaba «Werther»?, ¿cómo «Las afinidades electivas» donde la protagonista también se llama Otilia?, pero el final del autor, es inolvidable, 22 de marzo de 1832, la luz entra por las ventanas, todavía no han desabrochado los castaños los botones de sus hojas.

Luz más luz. Hay algo también de final en esta nueva subida del recibo de la luz. Tiene algo de premonitorio, de augurio que se vislumbra, de punto de inflexión, de gota que colma un vaso, de inicio de una manera de vivir distinta, de muerte de la alegre inconsciencia del gasto. Vuelven los tiempos oscuros, la casa en penumbra, los pasillos fríos y tenebrosos, tan sólo la luz del salón encendida. Qué invierno más triste nos espera.

Dos veces en esta semana he escuchado de boca de dos madres de cierta edad la nueva inquietud por sus hijos: «Es que mi hijo tiene una hipoteca que pagar», te dicen. Y a ello hay que sumar la vida. Porque vivir, sencillamente vivir, sin más lujo que el comer sin caprichos y leer por la noche con la luz encendida, se ha convertido en algo muy caro. El otro día aparqué el coche, y pagué siete euros, siete, por unas horas. Hay que pedir que nadie reclame nada, no vaya a ser que nos hagan más favores como éste. Por fin nos facturan por minutos y resulta que el minuto es de oro. Siete euros. Jamás había pagado yo tanto por aparcar el coche una mañana.

Sube el aparcamiento. Sube la hipoteca. Sube la luz.

Sube la oscuridad. Sube la incertidumbre.

Se apagaron las luces.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, Viernes 15-6-2007

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