Kapuscinski

Es terrible que alguien muera cuando acaban de presentártelo, y no hacía ni un año que me recomendaron los libros de Kapuscinski, cuya lectura fue como si le diera la mano, por lo que, aunque falleciera esta semana con setenta y cuatro años, para mí ha muerto recién nacido.

Mi abuelo, que es casi como si no hubiera nacido para mí pues murió en un accidente de automóvil mucho antes de que yo naciera, dejó hechos unos puzles de madera en los que figuraban por continentes los países del mundo que yo unía por las juntas que mi abuelo abrió por las líneas de las fronteras con una sierra de hilo. El puzle de África me quedaba siempre a la mitad, al verme incapaz de situar en su lugar los países.

Anteayer me contaron que hay un mapa donde los países no tienen su tamaño real sino el que les otorgan las noticias y los artículos periodísticos, por lo que Estados Unidos aparece aún más grande de lo que es. Aquí también tenemos lugares que están sobredimensionados por las noticias y comentarios que generan aunque su tamaño real sea muy pequeño con respecto al resto de España; y África, aun siendo enorme, aparece en el mapa muy pequeña. Yo siempre he admirado a todo aquel que procura hacer más grande el mundo, o al menos que nos sitúe en el mapa los olvidados países africanos, como hace cuando puede mi amigo Alfonso Armada con las crónicas que envía a este periódico, o como el escritor Javier Reverte, o como Kapuscinski.

Si no fuera por él, nunca hubiera visto salir el sol en África leyendo en Europa: «Estamos en medio de la noche oscura y de repente emerge el sol.»

Ha muerto Ryszard Kapuscinski cuando acababa de nacer en mi vida.

Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 26-1-2007

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