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La piel de un tiburón no es lisa. Está llena de dientes que muerden el mar y rompen las redes. Redes que se echan hoy a la gamba o a la cigala en el golfo de León.

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La piel de un tiburón no es lisa. Está llena de dientes que muerden el mar y rompen las redes. Redes que se echan hoy a la gamba o a la cigala en el golfo de León.

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La piel de un tiburón no es lisa. Está llena de dientes que muerden el mar y rompen las redes. Redes que se echan hoy a la gamba o a la cigala en el golfo de León.

Así empecé este artículo escrito en la prensa en 1995, magníficamente ilustrado por Bernardo Lara, y que hoy me dispongo a recuperar, porque en Ecología, se estudian hasta las prerrogativas por la lluvia en las iglesias, para averiguar qué años fueron más secos.

Y así, quizás dentro de unos años, alguien compruebe qué cambios han sucedido, pero de momento, como cada primavera, llega al Mediterráneo uno de los peces más grandes que viven en la Tierra, el inofensivo TIBURÓN PEREGRINO

Feliz día,

Mónica Fernández-Aceytuno

P.S. Un biólogo alemán cuenta una anécdota que le sucedió en Escocia con un tiburón peregrino cuando estaba pescando en una bahía con su hijo. Cuenta que los peregrinos tenían la costumbre de sacar parte del cuerpo fuera del agua para rascarse el lomo contra la orla de las embarcaciones de pesca, a la manera en la que los caballos se rascan contra los troncos de los árboles, o las ovejas contra la piedra de las paredes de las casas por las que pasan, pero esta vez para gran susto de los aficionados.

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