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Con usuarios que escriben y fotografían de esta manera, no me atrevo a hacer yo otra cosa que animarles a que miren y lean lo que nos envía esta tarde Juan Carlos Delgado Expósito.

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Con usuarios que escriben y fotografían de esta manera, no me atrevo a hacer yo otra cosa que animarles a que miren y lean lo que nos envía esta tarde Juan Carlos Delgado Expósito.

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Con usuarios que escriben y fotografían de esta manera, no me atrevo a hacer yo otra cosa que animarles a que miren y lean lo que nos envía esta tarde Juan Carlos Delgado Expósito.

Y la carta de Jerónimo sobre la perdiz en el Tablón de los Lectores.

Feliz tarde,

Mónica Fernández-Aceytuno

LA SUERTE DEL NATURALISTA Y DE LA COTUJADA

En ocasiones los que andamos por esos campos durante jornadas y jornadas enteras, somos testigos de secuencias naturales que posiblemente jamás se repitan ante nuestros ojos, incluso por mucho que las busquemos, hay que pensar que la observación de la naturaleza requiere, en parte, una buena dosis de suerte, eso si salir ha realizar observaciones de campo, conlleva, además poner ojos, oídos y olfato al servicio de nuestra mente, en definitiva poner todos los sentidos, incluido el sentido común, en alerta, para poder sacar de la naturaleza lo máximo posible. Pero como digo la suerte es fundamental. En una de mis últimas jornadas, mientras paseaba por los campos del Sur; a mi derecha encinares y a mi izquierda zonas abiertas de pastos, ya casi agostándose por el calor de los días casi veraniegos, me llamó la atención el gran alboroto que un grupo de rabilargos y una familia de trepadores azules estaban liando en una dehesa de encinas; siempre que escuchemos este tipo de algarabía procedente del bosque y en la que participen un grupo de pájaros diferentes, casi con toda seguridad será porque estén acosando algún depredador: culebra, rapaz o mamífero, a veces incluido el ser humano. En este caso andaban estas aves incordiando a un ratonero que se encontraba en el tronco de una encina intentando de dar buena cuenta de una culebra, esta aun se encontraba viva. Los rabilargos consiguieron su objetivo y la rapaz abandonó su posadero e incluso por un momento me pareció que perdió su presa, pero la espesura del ramaje me impidió ver como terminaba esta secuencia, una más de las muchas que se pierden como digo, sin que las podamos disfrutar. Claro que tampoco están ahí para que nosotros las disfrutemos, eso ya es otra de las muchas necesidades que el homo sapiens se ha creado, aunque en este caso se trate de una “necesidad” muy saludable y recomendable.

En la fotografía que se muestra, observan a un volandero de cotujada común, que se encontraba en una carretera, ya en desuso, junto a otro pequeño y algunos adultos, curiosamente una de los adultos cuando paré mi coche y me bajé para apartarlos, aparentaba estar herido, una estrategia que ya en otras ocasiones había observado en otras aves, lo hacen para distraer al enemigo, en este caso yo no era tal. Cuando realicé la fotografía, cogí los dos volantones y los aparté de la carretera, así que por esta vez se han salvado de una muerte casi segura, quizás de haber sido otro conductor o un depredador menos amante de los pájaros, habrían terminado sus días allí mismo.

Un día de suerte ¿No les parece?

Juan Carlos Delgado Expósito

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