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“Querida Mónica: 
Leyendo la entusiasta carta de una lectora que dice que han nacido los pollos de cigüeña de Doñana, me he acordado de un nido de cigüeñas que veo todos los días cuando voy a trabajar.

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“Querida Mónica:
Leyendo la entusiasta carta de una lectora que dice que han nacido los pollos de cigüeña de Doñana, me he acordado de un nido de cigüeñas que veo todos los días cuando voy a trabajar.

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“Querida Mónica:

Leyendo la entusiasta carta de una lectora que dice que han nacido los pollos de cigüeña de Doñana, me he acordado de un nido de cigüeñas que veo todos los días cuando voy a trabajar.

Todas las mañanas hago el mismo recorrido. Trabajo en una localidad a 40 Km. de Cáceres y voy por la autovía. El trayecto es muy interesante.

Nada más salir de casa y al hacer la primera rotonda, paso muy cerca del calerizo cacereño, una amplia extensión de rocas calizas que han ido dejando con el paso del tiempo infinidad de huecos, cuevas y galerías llenas de agua en el subsuelo. Sobre el lapiaz colmatado de arcillas que hay frente a la rotonda, han proliferado durante la última semana, que fue algo lluviosa, las amapolas. Relucientemente rojas, en bello contraste con el amarillo, el blanco y el violeta de otras flores del pasto.

Sigo mi camino y entro en la autovía dirección Sevilla. A la izquierda se alza el Cerro de los Romanos, una pequeña elevación de cuarcitas en cuyas rocas es fácil ver a los buitres leonados asoleándose. El viernes, cuando regresaba al mediodía, había (y no exagero) más de cincuenta buitres muy cerca de allí, elevándose con el aire caliente que asciende. Existen, por otro lado, en esta zona, ruinas de edificaciones de las antiguas minas. En ellas crían los cernícalos primillas, a los que veo posados en los cables o cerniéndose con el viento.

Ya en la autovía, hay un bosquecillo de eucaliptos a ambos lados que durante todo el invierno sirve de dormidero a los milanos negros. Ahora se ven menos porque están criando, pero antes de la primavera y sobre todo alguna tarde, cuando regresaba al anochecer, se veían cientos de milanos volando hacia el dormidero en un espectáculo impresionante. El cielo cubierto de rapaces.

Y es a continuación cuando viene el nido de cigüeña. Está sobre los restos de una edificación, a nivel mismo de la carretera, de manera que se ve perfectamente. Desde que se instalaron, he mirado a las cigüeñas cada día y el jueves de la semana pasada me fijé que la cigüeña estaba levantada (últimamente la veía siempre echada, incubando) y sobresalía una cabecita. Han nacido los pollos. A ver si en el próximo viaje logro ver cuántos son.

Hay más cosas: en la mediana de la autovía han florecido las escobas amarillas y son una alegría para el que va viajando. Casi siempre veo alguna garza real o una pareja de ánades reales en alguna de las numerosas charcas que ahora están llenas de agua. Ayer me sorprendió ver a un busardo ratonero cerniéndose sobre la autovía, aguantando el viento que soplaba fuerte. Y a la estrella de la carretera sólo la he visto esta primavera en una ocasión, cerca de Valdesalor, cerniéndose también un día de mucho viento: el Elanio Azul.

Antes de llegar al cruce de las Herrerías (antigua mansio romana de la Vía de la Plata que hoy en día continúa siendo lugar de parada para repostar y descansar), bajo el puente de la autovía, veo últimamente una pareja de golondrinas dáuricas.

Y ya en la carretera que me lleva hasta Alcuéscar, están completamente florecidas las jaras, no cabe ni una flor más. Es para darme la bienvenida.

Lo único negativo de este recorrido es que, desde que empezó la primavera, hay al menos un par de erizos muertos en la carretera todas las mañanas.

La suerte, circunstancia de la vida, no es la misma para todos.

Un cordial saludo.

Pilar López de Cáceres.

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