Los antiquísimos Ginkgos, con sus ramas delgadas como los huesos de un esqueleto, y sus hojas en abanico.

Mónica Fernández-Aceytuno

Los antiquísimos Ginkgos, con sus ramas delgadas como los huesos de un esqueleto, y sus hojas en abanico.

Mónica Fernández-Aceytuno

Están los tilos en Nueva York plenamente florecidos, y los cornejos con esas brácteas grandes y blancas que parecen alas de mariposas de la col; y los antiquísimos Ginkgos, con sus ramas delgadas como los huesos de un esqueleto y sus hojas en abanico.

Entre tanta arquitectura y tanta gente y tanto asfalto, se te van los ojos al verdor de los árboles.

Buen fin de semana,

Mónica

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