Ayer todo el suelo se llenó de violetas florecidas, bajo una luz de bosque umbrío, bajo una sombra acribillada sólo de luces.

Mónica Fernández-Aceytuno

Ayer todo el suelo se llenó de violetas florecidas, bajo una luz de bosque umbrío, bajo una sombra acribillada sólo de luces.

Mónica Fernández-Aceytuno

Además de las frases del agua (dejo aquí la última que se me ha ocurrido: El saber es lo que queda al fondo del río)apunto éstas que acabo de encontrar para los árboles, y que me pidieron para ilustrar la obra de algunos artistas en una exposición del Jardín Botánico de Madrid.

Muchos de vosotros, quizás ya las hayáis leído, pero vuelvo a exponerlas, para los recién llegados, esperando de vuelta las frases que se os ocurran a vosotros, para los árboles o el agua.

Buen día,

Mónica

P.s.: Leído hoy en la sala Cervantes de la Biblioteca Nacional:

Teresa es pueblo, y habla como un oro,

Garcilaso un fluir, melancolía;

Cervantes, toda la Naturaleza.

(Del soneto “Nuestra heredad” de Dámaso Alonso)

Los árboles, hay que soñarlos. Y si se sueñan y un día mueren, no hay que dejar de soñar que no han muerto.

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Ayer todo el suelo se llenó de violetas florecidas, bajo una luz de bosque umbrío, bajo una sombra acribillada sólo de luces.

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Te echas a andar cuando aún es de noche y el Camino brilla de hielo como las estrellas que tiene encima. Los bosques malvas de abedules tiritan de frío, con sus troncos blancos entre el verdor de humo del paisaje, mientras las hojas de los robles crujen sobre la piedra.

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Pienso en los jardineros tratando de barrer las hojas mientras siguen cayendo del cielo. Yo solo limpio las que se alejaron volando, y dejo un círculo de hojas secas bajo la copa del árbol, para ver la sombra, cuando ya no es nada.

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No es que ya no quede belleza en el mundo, es que está esparcida, como una obra de arte que el monstruo del tiempo, ayudado por nosotros, hubiera hecho trizas.

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De vez en cuando, se ve un regato, por donde también serpentean los chopos y al final toda la chopera, que amarillea al unísono. Los árboles, cuando se ponen a crecer muy juntos, medran y verdean y amarillean como uno solo.

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Cruzo yo por el Quijote como si lo hiciera por un río que saltara entre las piedras. Para leerlo todo seguido, necesitaría una tarea, como la del profesor Ceballos con la Flora del Quijote, donde encuentra los olvidos de Cervantes con algunas especies como el pino, que aún transcurriendo la obra por bosques de pinos, no se nombran los pinares en todo el Quijote. Por el contrario, la especie de árbol más nombrada, hasta veinte veces, es la encina, y otras veinte se nombran sus bellotas, que suelen comer don Quijote y Sancho.

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Como si el hueso de las olivas les pesara igual que una piedra, se inclinan ahora hacia el suelo, plateadas, humildes y satisfechas, las ramas de los olivos. Están los frutos deseando caer, y empezar de nuevo en la tierra.

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Me han impresionado las montañas que hay entre León y Asturias por ese acolchado de ramas de haya que tienen sus laderas. Esto es por el oso, pensé, por él se conservan así estos hayedos. Es el oso silvicultor sin saberlo.

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Alguien dijo que los paisajes ya no los conforma la Naturaleza sino la política. Y si la política taló los bosques primarios, que son los que nadie sembró, es la política la que tiene que restablecerlos, devolver los árboles al suelo y, a cada tierra, sus árboles.

Mónica Fernández-Aceytuno

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