Estos días en el norte de Islandia mi intención principal es ver al zorro ártico que entre verdad y mentira cuentan que algunos granjeros tienen domesticado, aunque a mí me cuesta creerlo.

Carlos Bernier

Estos días en el norte de Islandia mi intención principal es ver al zorro ártico que entre verdad y mentira cuentan que algunos granjeros tienen domesticado, aunque a mí me cuesta creerlo.

Carlos Bernier

Estos días en el norte de Islandia mi intención principal es ver al zorro ártico que entre verdad y mentira cuentan que algunos granjeros tienen domesticado,aunque a mí me cuesta creerlo.Pero solo he encontrado estas huellas de la foto, que no sé si podría identificar alguien. ¿Podrían ser las de un oso?, a la izquierda posiblemente la de un pequeño ungulado y a la derecha algo desdibujada la de mi pie, da idea de su tamaño aproximado a la de un humano.

Alguien me pregunta si sentí miedo al encontrarlas. Era una mañana muy clara y me quedé muy quieto y en silencio y sentí cualquier cosa menos miedo.

En las huellas hay un paralelismo como si se hubiese detenido, dice esta persona con guasa que a escuchar mis pisadas.

A veces llegan a Islandia osos polares navegando desde Antártida sobre trozos desgajados de Icebergs con la corriente Este, existen registros de avistamientos desde el siglo XI, cuando se ve alguno alguien sale a su caza pues llegan después de su deriva marítima hambrientos y son muy peligrosos.

Me llevó hasta el lugar una simpática pareja de golfistas pues cerca hay un campo, fueron increíblemente amables y generosos y después de charlar un poco se ofrecieron a traerme de vuelta, el señor era miembro del board del club de golf y parecía esa clase de persona que levanta el teléfono y se le pone el ministro del interior. Me hubiese gustado enseñarle la foto del amigo desconocido que merodea por su campo pero a la hora de nuestra cita avergonzó mi comodonería y actitud interesada y crucé de lado a esperar el autobús.

He de decir que los trozos de hielo en las orillas ,suenan como cristal fino dentro de porcelana…

Un saludo,

Carlos

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