12:14h Si hay algo que me impresiona es mirar la palma regordeta de la mano de un sapo partero porque, aunque tenga cuatro dedos pequeños y tres abultados tubérculos, hay algo en ella que me recuerda a nuestra mano.

Tienen estos sapos en sus patas delanteras una gran fuerza y con ellas excavan galerías en suelos blandos para dejar pasar el día y esperar la noche o, como ahora, el invierno, en una suerte de invernada más que hibernada, ya que pueden salir a veces del letargo si el tiempo y la temperatura acompaña, aunque ahora lo más probable, según Valentín Pérez Mellado, herpetólogo, es que estén casi todos en proceso de letargo.

A veces aprovechan las huras y las madrigueras de otros animales, ya sean ratones o conejos, y en general son solitarios, pero en algunas especies de urodelos, que son las salamandras y los tritones, se suelan encontrar a varios individuos juntos invernando.

Yo al sapo partero me lo encuentro cuando voy a por la leña que tengo afuera, y resulta que hay un sapo bajo un tronco.

Con la luz se despierta mientras se da cuenta de lo mal que eligió el sitio para esconderse del invierno.

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