Galicia esconde muchísimos tesoros vegetales.  Uno de ellos, el bosque de bambú negro del Balneario Dávila de Caldas de Reyes, muy unido a mi infancia.

Joaquín

Galicia esconde muchísimos tesoros vegetales. Uno de ellos, el bosque de bambú negro del Balneario Dávila de Caldas de Reyes, muy unido a mi infancia.

Joaquín

Galicia esconde muchísimos tesoros vegetales. Uno de ellos, el bosque de bambú negro del Balneario Dávila de Caldas de Reyes, está muy unido a mi infancia, cuando las larguísimas vacaciones estivales nos daban tiempo para todo menos para aburrirnos. Una de nuestras diversiones favoritas era la pesca de escalos en el río Umia. La preparación de los trebejos de pesca nos llevaba varios días, con las consiguientes visitas a la tienda de Froján de la calle Real para comprar sedal, anzuelos y plomos. Los corchos y la miga para cebar los anzuelos nos los facilitaba Saladina, la gobernanta del Acuña. Nunca pudimos hacernos con una buena caña de bambú, oscuro objeto de deseo, y teníamos que contentarnos con un palo de eucalipto o, en el mejor de los casos, con una vara de castaño. El bambú del Dávila era intocable, era un auténtico tabú.

Muchos años después, cuando el río me parece infinitamente más pequeño que entonces, cada vez que entro en el jardín del Dávila recuerdo con nostalgia aquella época en la que conseguir una caña de bambú era el mayor de mis deseos.

Un abrazo,

Joaquín

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