El de las charcas empequeñecidas y rodeadas del brillo de sus sales o de las tierras agrietadas y el de la huida de muchas de sus aves. 

Isabel Fernández Bernaldo de Quirós

El de las charcas empequeñecidas y rodeadas del brillo de sus sales o de las tierras agrietadas y el de la huida de muchas de sus aves.

Isabel Fernández Bernaldo de Quirós

Mónica, has lanzado una pregunta al aire sobre lo que para cada cual significa la canícula.

Lejos de reproducir lo que los diccionarios y enciclopedias cuentan, si me lo permites, te diré que para mí la canícula y su sentir es el sopor y la siesta, el sonido de las chicharras en el día y el de los grillos al anochecer, el de los animales cobijados en las mejores sombras, y el del renacer de las serpientes, lagartijas y salamanquesas.

El de las charcas empequeñecidas y rodeadas del brillo de sus sales o de las tierras agrietadas y el de la huida de muchas de sus aves. El de las jóvenes crías. El de la presencia de mosquitos, libélulas y efémeras.

Es el periodo de las vides verdes, el de los tonos parduzcos de los campos castellanos o el de los norteños tras la siega, y el del dorado de los girasoles, que tanto dependen del sol, que sólo cuando se mueren cambian de color y únicamente miran a la tierra.

Es también el tiempo de las ilusiones ópticas, el de las brumas amanecidas en la mar, el de la calina en la ciudad, y el de las nubes de evolución, el de las tormentas y el de los arcoíris en el cielo.

Y, como no, el del merecido descanso para los humanos.

Isabel Fernández Bernaldo de Quirós

www.destinolanaturaleza.wordpress.com

Imagen: Laguna de Marrancha en el mes de julio

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