Ahora que los días son tan largos que se están haciendo más cortos, en esta tierra nuestra de veranos extremos.

Pilar López

Ahora que los días son tan largos que se están haciendo más cortos, en esta tierra nuestra de veranos extremos.

Pilar López

Ahora que los días son tan largos que se están haciendo más cortos, en esta tierra nuestra de veranos extremos, de calor abrasador, si estás en la ciudad no queda mas remedio para huir de las elevadas temperaturas que pasar el día en casa con el aire acondicionado (quien pueda) o en alguna piscina, sumergidos en el agua todo el tiempo que se pueda.

En el recinto de la piscina, donde el frescor, el verdor y la abundancia de agua son evidentes, además de las personas, otros seres vivos aprovechan este oasis en medio de la ciudad.

A menudo pasan desapercibidas para la mayoría de las personas otras formas de vida que ocupan el césped, los árboles, incluso las sillas de plástico en las que nos sentamos. De esta forma, mariposas náyades de alas azuladas, y otras como blanquitas de la col y mariposas lobas, pululan entre los tréboles bajo nuestras pisadas. Pequeñas arañas se descuelgan entre las patas de las sillas o se nos suben a los hombros y nos hacen cosquillas. Hace un par de días, surgían del césped cientos de hormigas aladas que echaban a volar en cuanto subían a la superficie. Ni nos hubiéramos dado cuenta si no llega a ser porque nos habíamos sentado encima del hormiguero.

No creo que mucha gente se haya fijado en la abubilla que va y viene por encima de nuestras cabezas durante toda la tarde, haciendo casi siempre la misma ruta, y se pierde tras los aligustres del seto que separa el recinto del parque cercano. Siempre lleva algo en el pico, un gusano, a veces las heces de los pollos, según vaya o venga del nido. También es frecuente que un rabilargo merodee entre la sombrillas, posándose encima de ellas y buscando con la mirada algo en el suelo para poder llevarse al pico. Nunca lo he visto bajar, quizás le dé miedo, al contrario que los gorriones que siempre están en el césped, cerca de la gente, comiéndose las migas que han caído de los bocadillos.

El espectáculo que ofrecen golondrinas y aviones comunes cuando vuelan raso sobre la piscina para beber, es digno de verse, a veces los he visto estando dentro del agua y me he quedado fascinada de su osadía y pericia.

Cuando me baño, me gusta nadar de espaldas para ver en el cielo a los vencejos, a las bandadas de grajillas pasar volando, a los cernícalos primillas planeando y a las tórtolas turcas haciendo vuelos de exhibición desde alguna antena. Si miras bien, a veces tienes la suerte de observar un milano negro o incluso un águila calzada remontando con las corrientes de aire. Al atardecer, cuando el recinto comienza a quedarse en sombra y aparece por fin la suave y esperada brisa, escucho un petirrojo que se oculta en el seto. Y cuando se encienden las primeras farolas, es cuando se deja ver la salamanquesa del muro de la depuradora.

En la piscina, donde todo es juego, baño, deporte, risas y relajación, ¿se habrá fijado alguien en las belloritas que han crecido al lado de la papelera?

Un cordial saludo.

Pilar.

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