Me quedé atrapada, sin poder dejar de mirarla, y entonces apareció una enorme bandada de gaviotas, muy arriba, interponiéndose entre la luna y yo.

Tatiana

Ayer estaba en la terraza, plantando bulbos de otoño, una de las cosas que más satisfacciones me proporcionan, y disfrutando del inicio del atardecer en la ciudad. Por un lado oía el lejano murmullo de la calle, abajo, y por otro me concentraba en la operación de plantación, sintiendo la fuerza de la vida cada vez que hundía mis manos en la tierra. Esto me hizo olvidar casi todo lo que me rodeaba hasta que, en un momento dado, levanté la vista hacia el cielo y la vi allí, medio llena, medio vacía, envuelta en una aureola de nubes.

Me quedé atrapada, sin poder dejar de mirarla, y entonces apareció una enorme bandada de gaviotas, muy arriba, interponiéndose entre la luna y yo, e iniciaron un lento y majestuoso baile, primero en silencio y luego acompañado de su escandaloso griterío, ese que tanto me gusta. Quizá querían avisarme de lo bonita que estaba la luna…

Lentamente empezaron a marcharse en pequeños grupos, perdiendo altura y pasando por encima de mi cabeza. Poco a poco los tonos rojizos del atardecer desaparecieron y sólo quedó ella, mi amiga, medio llena y medio vacía, iluminando mi noche.

Saludos,

Tatiana.

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