La lluvia acaba de mojar los terrones que dejó el topo sobre la yerba.

Mónica Fernández-Aceytuno

La lluvia acaba de mojar los terrones que dejó el topo sobre la yerba.

Mónica Fernández-Aceytuno

De momento, no parece haber pasado el tiempo por lo que escribo.

Como en 1998 ahí sigue la topera, el terrón, y la lluvia.

Gracias por participar,

Mónica Fernández-Aceytuno

12:54 del Martes 14-2-2012

EL TOPO NO QUIERE ESTAR SOLO

La lluvia acaba de mojar los terrones que dejó el topo sobre la yerba. Hace unos días, con la helada, la tierra que empujó hacia arriba conservó por unas horas la forma de la galería que hace para no estar solo.

Desde Pamplona, el doctor Castién, experto en micromamíferos, confirma que los topos están ahora más activos por acercarse a la hembra que no quisieron oler en todo el año. El topo común –Talpa europaea– es tan territorial y solitario como un petirrojo, y su aspecto no es menos inocente: no hay piel más bonita que la de un topo, negro pizarra, parece terciopelo negro.

Son muy pequeños. Caben en una mano y tiene las suyas como palas para excavar galerías estrechas de sólo cuatro centímetros de alto y nidos gigantescos de medio metro de altura y metro y medio de diámetro. También hacen agujeros en la tierra diminutos, como respiraderos, y tiene galerías de caza, y despensas donde guardan hasta dos kilos de lombrices vivas, sin la cabeza, para que no sepa la lombriz dónde está, ni adónde ir, para que no se regenere.

La lluvia acaba de mojar los terrones que dejó el topo sobre la yerba y la realidad de mis pies sobre la tierra se afina: por encima tengo el cielo agujereado de nubes y estrellas y, en el suelo, un topo que no quiere estar solo en invierno y a oscuras.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, Enero 1998

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