GRULLA

LA PIEDRA Y LA GRULLA

Si hay algo que no pueden hacer las grullas, es sujetar una piedra con la mano.

Qué fácil hubiera sido para Marcuello mirar el pie de las grullas, ver que se equivocaba Aristóteles, y Plutarco y Plinio el Viejo al contar que, entre las grullas que duermen en las lagunas, siempre hay alguna que se queda vigilando, con una pata en el agua y la otra recogida, sosteniendo una piedra que le avisaría al caer de que se estaba durmiendo. Tiene gracia que Marcuello mandara a unos pastorcillos que le trajeran una grulla que estaba, la pobre, en Torrelacárcel, cerca de Teruel, en el año 1593, y que incluso llegara a tomarla de la cabeza y viera que los pies le llegaban al suelo, aunque “estuviera a caballo de una buena mula y levantara el brazo”. Pero, ¿por qué no contó los dedos de los pies teniendo una grulla en la mano? Las grullas tienen cuatro dedos, tres hacia adelante y uno hacia atrás, pero el de atrás es tan insignificante que, según el profesor Alonso, de las quince especies de grullas que hay en el mundo ninguna tiene capacidad prensil; es decir, que no es cierto lo de la piedra en la mano.

Hasta Góngora escribió un poema sobre el sueño de las grullas basado en el error, ese pájaro que vuela por el tiempo.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 3-11-2003

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