EQUINOCCIO

DICHOSA TRISTEZA

Esta es la semana del equinoccio, el momento en el que el día y la noche se igualan en toda la Tierra, como si el eje de la Tierra no estuviera inclinado, como si no hubiera estaciones. Por eso, aunque el otoño entre mañana, yo celebraré el próximo domingo 26 que el día y la noche duran doce horas, porque, a partir del domingo, se hará evidente el gesto inclinado del mundo, y la noche será más larga, y el día más oscuro.

Aquí ya tuvimos primavera, ya estuvo la luz escondiendo sus errores entre flores y canciones y camadas. Se supone que todo fueron alegrías pero, con las ganas de vivir, hubo pájaros nuevos que se cayeron de los nidos, y pámpanos que se helaron, y semillas que acabaron su vuelo en una ola de agua salada.

Hoy veo desde aquí cómo las casas de piedra parecen casas de lluvia, de tanta agua como resbala por sus tejados. Sopla algo de viento. Y, en la otoñada, y en la sazón de los pastos, se respira una dulce resignación a la oscuridad y al frío que nos espera. Qué dichosa es esta tristeza, y qué triste fué la alegría.

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