EL TRIGAL

EL TRIGAL

Es la primera vez que siembro trigo.

Este año no me ha pasado como en los anteriores, que, cuando iba a por grano, todo se había ya vendido, porque el trigo se siembra temprano y luego no queda ni un saco y encima te ponen una cara como diciendo: “A buenas horas vienes a por trigo”.

Pero este año ha llovido tanto que el trigo no ha visto la luz, a oscuras en esos sacos blancos como la harina que pesan como un difunto. Medio saco de trigo tremensino, y no podía levantarlo. Los de la agraria me ayudaron, con tal de que lo llevara para sembrarlo. Bueno, decir que he sembrado, es decir mucho. En realidad lo lancé al aire, y luego ni siquiera lo tapé con tierra porque tenía tanto interés en el trigo como en los pájaros que acuden a comerlo. Cientos, por no decir miles, bajaron del cielo, ahora que están migrando en grandes bandadas los fringílidos, esos pájaros pequeños que hacen ondas cuando vuelan juntos: jilgueros, pinzones, verderones, pardillos en la misma bandada. La alegría que se debieron llevar en el cielo al ver un campo tan mal sembrado. Al acudir yo, salían volando como si subieran escalones en el aire, y sobre el campo, todo eran cáscaras, cascabillos de trigo que, lejos de estropearlo, tapaban el grano aristado que quedaba. Me acordaba de los pegujaleros cuando sembraban trigo y a la vez plantaban bellotas que eran tapadas por la cosecha, la cual recolectaban a cambio de su trabajo, y al irse quedaban los alcornoques en la dehesa. Por eso el grano de abajo es el que ha salido, con un tallo verde muy fino.

Como el terreno no está nivelado, me pregunto si el trigal dará sus espigas al ras. Aún así cada espiga tiene una dignidad distinta a la hora de agachar la cabeza bajo la misma lluvia.

Hay un pájaro llamado triguero que lleva las patas colgando en vuelo. Podría poner un comedero para que viniera. Pero a mí lo que me hace gracia es este robo de lo que siembro.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 27-3-2010

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