CASTAÑO

LA SORPRESA

Fui a contarles a los niños del Colegio Peñarredonda cosas del mar y de la tierra. Por el camino me preguntaron el nombre de un árbol al que se habían subido para hacerse una foto: castaño de indias, les dije.

Después les hablé del significado del nombre latino de la especie- hippocastanum -que quiere decir castaño de caballo, pero no por el amargor de su semilla, sino porque su castaña se le daba de comer a los caballos viejos para calmarles la tos y aliviarles el asma. Y nos fijamos en las hojas, grandes y extendidas hacia la luz como una mano abierta. Y en sus flores: blancas y compuestas, colocadas en forma de pirámide por encima de la copa del árbol.

¿Por qué se llama castaño de indias? No supe contestarles, y hoy, delante de mí, tengo la respuesta y, con ella, mi sorpresa: no procede de la India, aunque se creyera en principio, sino de las montañas de Grecia, y de los Balcanes, donde medra asilvestrado por las umbrías, y donde debe de estar ahora floreciendo, como en Madrid, como en todas las ciudades europeas donde se introdujo este árbol en el siglo XVIII.

No sé cómo voy a decirle a los niños que el castaño florecido de la foto tiene su origen en ese lugar donde se vive hoy con tanto dolor y con tanto espanto.

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