Cartas del Congo (7)

Cartas del Congo (7)

Un compañero del periódico ha tenido la amabilidad de decirme por escrito que está siguiendo estas cartas del Congo, lo cual no es muy habitual entre colegas, por lo que se lo he agradecido muchísimo.

Cuando me encuentro en alguna reunión con personas que escriben, es de lo último que hablamos, como si todos conserváramos aquella vergüenza que sentíamos de niños cuando entregábamos la redacción a la profesora.

Recuerdo ese momento con horror. Cuando, recién escrita, todavía fresca la tinta, dejábamos nuestro pupitre para entregar la redacción al acabarla. Ese caminar hacia la tarima, los ojos de la profesora mientras avanzabas, el papel sobre la mesa, mi cabeza baja, la mirada alta, yéndome luego hacia mi asiento y, al volverme, la profesora leyendo ya mis palabras.

Hubiera dado lo que fuera por no estar en clase.

Todavía hoy, no puedo ver a nadie leyendo delante de mí lo que he escrito.

¿Tendrá algún nombre esta fobia?

A veces me pregunto si escribimos para otros destinatarios, que no son nuestros contemporáneos.

Todo esto para terminar por dejar ahora aquí la séptima carta del Congo con la misma vergüenza de cuando era niña.

Agradeceré mucho su lectura cuando me haya ido.

Un fuerte abrazo para todos,

Mónica

Cartas del Congo (7)

Queridos lectores: volamos de Brazzaville a Pointe-Noire en línea recta sobre los meandros rojizos de varios ríos. Todo es verdor de bosque y de caña de azúcar hasta que aparece el azul del Atlántico y una línea blanca e infinita de playa. Al bajar, la brisa del océano recuerda al aire de un horno a doscientos grados. Desde el hotel se ve la preciosa estación normanda de Pointe-Noire construida por J. Philippot a principios del siglo XX, con sus palmeras y su reloj y sus trenes azul turquesa. Por la playa, las siluetas al contraluz de quienes se acercan a ver cómo cae el sol, puro fuego, en un agua irreal y dorada donde no se baña nadie. Unos cuervos acuden a su dormidero cubriendo las ramas de una suerte de alameda. ¡No son cuervos! Son murciélagos frugívoros gigantes. Enmudeces, oyéndoles, al verlos. Pero nada me dejó más callada que lo que vimos en la playa al día siguiente.

Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, sábado 20-2-2016

Atardecer olas

Cartas del Congo (7)

Costa

Vista aérea de la República del Congo
Estación

Tren

Vuelo murciélagoas
Murciélagos
Alameda

Sol fuego

Trasluz niños

Trasluz

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Hay 3 comentarios para este artículo
  1. Wenceslao Eduardo en 11:48 pm

    ¡¡Uy qué alegría me dá leerte!!! (Te leo en ABC de papel).
    -Ya hace años, alrededor de los setenta hasta los setenta y tres creo, yo también viajé por El Kongo, Angola, Costa de Marfíl, bueno, toda la costa occidental del África desde Marruecos hasta Sudáfrica incluídas las Islas de la Reunión, Madagascar… etc. iba de mecánico en las máquinas de un gran barco mercante y bajábamos en muchos puertos de esa costa, tus fotos son parecidas a las que yo sacaba en playas y con las puestas del sol inmejorables, he perdido casi todas las fotos o me han desvalijado, también tuve un accidente jugando con un balón en una playa de Costa de Marfil me disloqué un hombro entonces estuve hospitalizado y para coger el barco que ya hacía días se había ido hacia el Congo, volé en un avión y veía lo que tu tan maravillosamente has descrito.
    – El río Congo lo subíamos y bajábamos hasta la capital y era grandísimo de ancho y de caudaloso…
    Yo te leo siempre pero es un poco corta la narración y me quedo con sed.
    La del Sábado o sea Cartas del Congo (7) me ha dejado con la miel en los labios porque al final dices ‘nada me dejó más callada que lo que vimos en la playa al día siguiente’. ¿Qué fué?…
    También te diré que en playas de esas jugábamos al fútbol, bueno, peloteábamos contra rusos de otros barcos y con los nativos de por allí en fín había buena gente en general, luego íbamos a las ciudades portuarias y había mucha pasión por el Real Madrid y por los españoles en general, lo pasamos bien y trabajábamos bastante pero con juventud todo es posible.
    Gracias por esas pequeñas crónicas y a ver si averigüo qué pasó en susodicha playa al día siguiente.
    Un abrazo fuete de un amigo virtual.-
    W E G C

  2. Mónica Fernández-Aceytuno Autor en 9:22 am

    ¡Qué bien escribes y describes África WEGC! Podrías seguir tú con las cartas del Congo. Ya he empezado a escribir la octava carta para publicar en ABC el sábado que viene. Es curioso, a mí también me falta espacio para escribirlas, y tengo que dejar siempre algo para la semana que viene, por lo que todavía no sé muy bien cuándo las acabaré. Muchas gracias por seguirlas. Un abrazo y hasta pronto.

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