AZNALCÓLLAR

EL RAMO DE AMAPOLAS

Escribo con el olor a alga y a mar en las manos. Desde hace varios días recolecto algas en la costa de la muerte con los profesores Barbara y Cremades, mientras corre la ríada tóxica de Doñana.

Se miden las catástrofes ecológicas por hectáreas, pero yo no sé medirlas de esa manera, la única medida que tengo es un dolor que me lllega a la garganta y que siento cada vez que se produce un hecho como éste. No depende de la cantidad de tierra afectada porque cuando pisé la playa de Perbes, llena de petróleo por el desastre del “Mar Egeo”, sentí lo mismo, aunque en ese momento no supiera cuántas toneladas de petróleo se habían vertido. El dolor es el mismo que siento cuando veo cómo aquí al lado se cortan robles centenarios y nadie dice nada, el mismo que cuando hoy para buscar un alga que tiene un color fluorescente bajo el agua, he tenido que levantar varios metros de otra alga que vino de Japón con los cultivos de ostras y que desde hace quince años cubre el paisaje de estas costas.

Sé que aunque quisiéramos, nunca acabaríamos con la vida, porque la falta de permanencia es su principal característica, y sólo los ecólogos y los expertos en dinámica de metales pueden predecir qué sucederá a partir de la ríada tóxica.

Mientras, con el olor de las algas en las manos, tengo la sensación de que se ha deshecho otro ramo de amapolas.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 30-4-2010

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