ALIGUSTRE

El cantar del aligustre

EL CANTAR DEL ALIGUSTRE

Al caer la tarde, cuentan que bajaba por los montes el cantar de los carros, hecho con vueltas de rueda, lamentos de fresno, y trabajo campesino.

A mi vecino, Tucho Calvo, casi se le empañan los ojos cuando recuerda en voz alta el cantar de los carros, y lo añora como a un difunto porque los sonidos nacen y mueren y, cuando mueren, no vuelven nunca. Esta tarde no se oye más que el viento del suroeste, que ya se va calmando, y el ladrido de un perro, y el caminar de las vacas. Pero, según Francisco Purroy, ornitólogo, profesor de la Universidad de León, hay una planta ornamental llamada aligustre japonés que está teniendo gran importancia en las ciudades para dar de comer a las currucas capirotadas invernantes, esos pájaros pequeños y grises de capirote negro, y a los zorzales, que son tordos moteados de voz melodiosa y que solían irse todos en invierno a comer aceitunas a los olivares andaluces. Acuden a estos pequeños árboles de hoja perenne para alimentarse con esos frutos que desesperan a los barrenderos y que tiñen, como una nube oscura, las aceras de negro.

De los aligustres saldrá hoy el nuevo cantar hecho de ramas, de currucas y de zorzales. Si nadie lo oye al caer la tarde, jamás será añorado, será como si no hubiera nacido.

Mónica Fernández-Aceytuno

ABC, 29-1-2002

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